El mundo, un polvorín nuclear

Byron Barrera Ortiz | Política y sociedad / AQUÍ Y ALLÁ

Este año se cumplirán 78 años del fatídico día en que Estados Unidos llevó a cabo las primeras explosiones nucleares en su afán de poner de rodillas a Japón, país contra el cual mantenía un bloqueo comercial y económico. Terminada la Segunda Guerra Mundial, con la rendición de Hitler, las potencias occidentales se disputaban el control de territorios.

Japón luchaba contra las posesiones del Reino Unido, Francia, Países Bajos y Estados Unidos, en el sureste asiático, que consideraba área de su influencia.

Después del sorpresivo ataque de la Armada Imperial japonesa a la base naval de Estados Unidos en Pearl Harbor (Hawái), en diciembre de 1941, que pretendía persuadir a Washington de no intervenir en los ataques japoneses en ultramar, el gobierno estadounidense declaró la guerra a Japón y comenzó los preparativos para crear una bomba nuclear.

Estados Unidos no estuvo dispuesto a librar una guerra convencional contra Japón. El 6 de agosto de 1945 lanzó la primera explosión contra la ciudad de Hiroshima, y días después, contra Nagasaki, otra ciudad japonesa. Casi 300 mil personas, mujeres, niños y ancianos, perdieron la vida en un instante y miles más quedaron heridas o con enfermedades incurables a causa de los impactos y las radiaciones.

El presidente de Estados Unidos, Harry Truman, el coronel Paul Tibbets y el físico Robert Oppenheimer, deben estar aún ardiendo en el infierno por ese crimen atroz.

Era un mensaje en los albores de la guerra fría y el inicio de una carrera armamentista, que se resume actualmente en la posesión de armas nucleares por parte de Rusia (4495), Estados Unidos (3800), China (410), Francia (290), Reino Unido (225), Pakistán (110), India (140), Israel (90) y Corea del Norte (50).

El mundo, pues, está sobre un polvorín nuclear.

A la luz de los acontecimientos actuales, la guerra nuclear constituye una amenaza inminente, cada día más próxima debido a los cambios que se producen en el escenario mundial.

La punta del iceberg es la guerra, ya no entre Rusia y Ucrania, sino entre Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN, una alianza militar entre Europa y Estados Unidos creada en 1949 por doce países. Al caer el Muro de Berlín, en 1989, se da por finalizada la Guerra Fría, ya que también se disuelve la Unión Soviética y con ella el Pacto de Varsovia, la alianza militar del bloque prosoviético.

Sin embargo, la OTAN siguió una estrategia de estrangulamiento de Rusia, que, tras el colapso de la URSS, logró restaurar su poderío. La alianza atlántica continuó expandiéndose hasta integrar a 30 países más, entre ellos Finlandia y Suecia, países que históricamente habían tenido una conducta neutral.

La perla de la OTAN era Ucrania, país al que deseaban incorporar. Este proceso de incorporación se venía trabajando desde 2014, tras un golpe de Estado que instaló en el poder a un régimen antirruso. En diciembre de 2021 Ucrania pidió oficialmente su adhesión a la alianza. Era el punto final de la estrategia de cerco contra Rusia, cuyo gobierno venía advirtiendo sobre los riesgos de dicho sometimiento, considerando ese territorio crucial para su sobrevivencia.

Estados Unidos, afirmaba, jamás permitiría que Rusia instalara misiles en México.

Así que, en febrero de 2022, inició un operativo militar que se ha extendido hasta la fecha, una guerra convencional donde aún no se ha utilizado armamento ofensivo estratégico, pero donde ya intervienen Inglaterra, Francia y Alemania. Por supuesto, bajo las directrices de Washington.

Como telón de fondo, la recomposición del mundo. Rusia, China, la India, los países asiáticos y africanos, Arabia Saudita, Brasil, entre otros, avanzan hacia la conformación de un mundo multipolar.

Ese cambio es una esperanza, pero también un riesgo. El hegemón herido, en su caída, arrastra.


 

Byron Barrera Ortiz

Periodista y escritor. Ha sido fundador, redactor y director de diversos medios de comunicación, en México y Centroamérica, desde 1970. Columnista de diarios. Autor de libros, tales como: El delito del búhoDesinformaciónLa democracia en el espejoSobrevivir al periodismo y El lado oscuro. Ha recibido premios de la Fundación para la Libertad de Expresión, de Nueva York, y del Club Nacional de Prensa, de Washington.

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Correo: byronbarrera@gmail.com