Cada cuatro años, Guatemala renueva autoridades de elección popular. Especial atención recibe la sucesión presidencial, como continuidad del orden democrático. La ceremonia tiene elementos de gran simbolismo, que transmiten una enseñanza sobre el país que aspiramos ser.
Nuestra generación vivió un evento que suscitó interés alrededor del mundo: el 6 de mayo de 2023 coronaron al rey Carlos III de Gran Bretaña y su esposa, la reina Camila. Llamó la atención porque la última coronación británica fue hace tanto (1953) que muchos ni habíamos nacido. Para el mundo fue novedad; para otros, un momento de cuestionar qué sentido tiene una monarquía en la actualidad; y, para nosotros, una buena excusa para preguntarnos qué significa cada elemento usado en nuestras transmisiones de mando presidencial.
En un podcast inglés que escucho, un experto comentó que la coronación tiene un valor didáctico constitucional importante en un país que, a diferencia de otros, no tiene una Constitución formalmente escrita y sistematizada[i].
El acto apenas ocurrió hace unos meses y volvió a usar elementos conservados desde hace siglos: el pueblo reconoce al rey como tal y este se compromete, por juramento solemne, a gobernar respetando las leyes y costumbres de sus pueblos, a ejecutar el derecho y la justicia con misericordia. Recibe objetos que simbolizan ideas como la autoridad legítima, la sumisión al poder superior de Dios, el compromiso con el pueblo, entre otros.
Haciendo de lado las joyas, este no fue, pues, un acto de contenido absolutista y servil, sino un recordatorio de ideas fundamentales que subyacen a un sistema político que, aún bajo formas monárquicas, es en la práctica una democracia parlamentaria bastante avanzada.
Esto me motivó a preguntarme qué valor didáctico constitucional tienen las ceremonias oficiales en Guatemala. Particularmente, la toma de posesión del Presidente de la República, algo que tenemos muy presente, pues, en más de una ocasión, creímos que no llegaría.
Por afortunada coincidencia, el jurista Gabriel Orellana publicó un ensayo sobre el juramento de fidelidad a la Constitución, en que citó estas palabras del autor Carlos García Soto: «Las formalidades en la República no son un cascarón vacío para rellenar de cualquier forma: son parte del ritual civil que la sociedad se impone a sí misma para no caer ante la barbarie expresada en el poder ilegítimo. (…) El ejercicio del poder requiere de ciertas formalidades para expresar así que ese poder no quiere ser una fuerza bruta, sino una fuerza legítima orientada al servicio de los ciudadanos. La toma de posesión del cargo, mediante la juramentación, es así uno de los actos más importantes del ceremonial civil en una República»[ii].
Parece oportuno dedicar atención a este tema, especialmente porque estamos a la espera de ver una nueva transmisión de mando presidencial, tras una serie de eventos atípicos que amenazaron la continuidad del orden constitucional. Así, no es sólo un repaso histórico interesante, sino un recordatorio muy actual, muy necesario, de la legitimidad del poder que simboliza.
[i] La coronación es una dramatización constitucional, según el Dr. George Gross en el podcast Gone Medieval (History Hit, 21 de abril de 2023). Más sobre la historia y ceremonial de la coronación británica puede leerse en este texto reciente publicado por la Cámara de los Comunes: https://researchbriefings.files.parliament.uk/documents/CBP-9412/CBP-9412.pdf.
[ii] Citado en Orellana, Gabriel, ‘El juramento de fidelidad a la Constitución, institución poco estudiada’, Epicentro, 18 de mayo de 2023. #Política.