Pero la región presenta una serie de amenazas criminales y de seguridad adicionales que son de interés directo para Estados Unidos.
Brasil
El presidente Jair Bolsonaro fue designado “Personaje del año para el crimen organizado y la corrupción en 2020” por el Proyecto de Denuncia del Crimen Organizado y la Corrupción (Organized Crime and Corruption Reporting Project, OCCRP). Como ocurrió con Nicolás Maduro, en Venezuela, y Rodrigo Duterte, en Filipinas, se declaró que Bolsonaro “se rodeó de figuras corruptas, socavó el sistema judicial… y emprendió una guerra de destrucción contra la Amazonía”.
Aunque la corrupción de los políticos y la debilidad del sistema judicial han sido problemas históricos en Brasil, el país ha descendido mucho más en este aspecto. En 2016, el entonces vicepresidente Joe Biden se reunió con el presidente de la época Michel Temer para hablar del “liderazgo regional y global” de Brasil. Ese liderazgo se ha desvanecido con los enredos de la familia Bolsonaro en múltiples denuncias de corrupción, confraternización con ejércitos informales o milicias y connivencia frente a posibles nexos del sector empresarial con el crimen organizado.
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Durante el mandato de Bolsonaro, la mayor pandilla del país, el Primer Comando de la Capital (Primeiro Comando da Capital, PCC), no ha hecho más que afianzar su control sobre gran parte del flujo de cocaína y marihuana que llega a Brasil procedente de Bolivia, Paraguay y Perú.
Aunque la administración del presidente Donald Trump se refirió en repetidas oportunidades a las amenazas que plantean el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), en México; la MS13, en El Salvador, y el Ejército Nacional de Liberación (ELN), en Colombia, el PCC no pareció ser un objetivo. Esto puede deberse sin duda a que gran parte de la cocaína del PCC se dirige a los lucrativos mercados europeos en lugar de dirigirse al norte, a Estados Unidos. Sin embargo, de restablecerse la alianza entre Brasil y Estados Unidos, una de las principales amenazas de seguridad de la región puede subir en la lista de prioridades de la Casa Blanca.
República Dominicana
En septiembre pasado, Trump reconoció a República Dominicana como uno de los principales centros de narcotráfico en Latinoamérica, al lado de infractores más tradicionales, como México y Colombia. Esto ocurrió luego del hallazgo de una enorme red de narcotráfico, dirigida por uno de los principales narcos del país, César Emilio Peralta, alias “César el Abusador”, que ayudó al trasiego de narcóticos del Cartel del Golfo de México hasta Estados Unidos continental y Puerto Rico.
Las pandillas dominicanas son muy activas en el microtráfico en las principales ciudades estadounidenses, especialmente las que se encuentran a lo largo de la Costa Este, y se sabe que trabajan en coordinación con narcotraficantes del Caribe.
Las pandillas criminales en la isla han logrado convertir al país en centro operativo y logístico para todo tipo de economías criminales, además del narcotráfico. Es frecuente que migrantes haitianos que desean llegar a Estados Unidos partan desde República Dominicana. El lavado de dinero, como también se puso en evidencia en la investigación a Peralta, sigue siendo un verdadero desafío y la Oficina para el Control de Activos Extranjeros (OFAC) de Estados Unidos ya prendió las alarmas sobre el dinero del narco que se lava en la nación caribeña.
La proximidad de República Dominicana con Puerto Rico también ha llevado al empleo de la isla como brecha en las defensas fronterizas estadounidenses, con el ingreso rutinario de drogas y migrantes por esa vía.
Joe Biden puede contar con un aliado en el presidente dominicano Luis Abinader, quien, desde su posesión en agosto de 2020, ha adoptado medidas para depurar la policía y apuntalar la lucha contra la corrupción aunque el nuevo mandatario también ha sido señalado de tener nexos con reconocidos lavadores de dinero.
Conexiones criminales chinas
La expansión gradual de la influencia geopolítica china en Latinoamérica y el Caribe ha sido por mucho tiempo motivo de preocupación en Washington. El impacto del poder económico de China y sus organizaciones criminales se están convirtiendo en problemas crecientes en toda la región.
Algunos nexos están bien consolidados. Los grupos criminales chinos han sido los responsables del suministro de gran parte de los químicos precursores que los grupos criminales mexicanos usaron para elaborar fentanilo y otras drogas sintéticas que luego se trafican a Estados Unidos.
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Otros nexos son menos conocidos. Solo en 2020, InSight Crime informó que La Unión Tepito estaba trayendo artículos de lujo falsificados provenientes de China para surtir tiendas y mercados en la Ciudad de México. Una división de ese cartel, conocida como “Los Marco Polos”, incluso ha viajado a China a comprar toneladas de mercancía ilegal.
En Chile, el crecimiento acelerado del robo de cobre se ha asociado a la demanda de China luego de que se descubriera un cargamento ilícito de cables de cobre por valor de US$250 millones antes de embarcarse hacia China.
En Surinam, la caza furtiva de jaguares ha sido impulsada mayormente por la demanda de “pasta” hecha con los restos de estos especímenes para la medicina tradicional china. Las curas para el COVID-19, promocionadas falsamente por defensores de la medicina tradicional china, también se han introducido de contrabando a la región. Las flotas pesqueras chinas desataron una furiosa respuesta de la región en conjunto.
En marzo, el empresario chino Gan Xianbing fue condenado en Chicago por el presunto lavado de más de US$350.000 en dinero de la droga para carteles mexicanos en un esquema obscenamente simple.
Estas conexiones pueden parecer dispares y en su mayoría sin conexión, pero dibujan un complejo escenario de la influencia china en los mapas criminales en Estados Unidos y México. CON INFORMACIÓN DE InSight Crime. #Política.